Madrid, 2000
Allende la perfección formal de la pintura de Carmen Belenguer se encuentra su verdad inmanente: un paisaje íntimo y etéreo que ninguna ciencia puede explorar, porqué está hecho de emociones contradictorias y sensaciones ocultas, de anhelos ahogados, del eco de cada instante. Carmen Belenguer no inventa mundos: nos devuelve cuanto de verdad hay en el nuestro