‘Pasiones’ Galería Sala XIII. JUAN ANTONIO TINTE

EL PUNTO DE LAS ARTES

JUAN ANTONIO TINTE

Madrid, 2000

Carmen Belenguer: del gesto al silencio
Un cuidado sentido del tacto el que con mesura se implican los colores como agudas ñolas (raídas de hielo y evanescencia, conforma uno de los pilares esenciales en la Obra de Carmen Belenguer (Ibiza, 1952) que curiosamente, de forma sintomática suscita preguntas de todo orden como respuesta primera ante su encuentro. Ha transcurrido algo más de una año desde que tuviéramos ocasión de asistir a la última individual de la artista celebrada en Madrid. Era aquella una muestra en la que se adivinaba desde los ademanes coloristas un proceso previo en el que la renuncia a establecer referencias, era testimonio que se extendía a modo de contención y desbordante lirismo en forma de espacios inaprensibles, en forma de formas sin forma. Consecuencia del presente es siempre el pasado, y así podemos del todo decir que si aquella exposición rezumaba un pasado pleno de búsqueda y hallazgos, la que ahora nos ocupa destila si cabe más intensidad fluyendo desde lo interno. Una muestra en la cual la autora ha sabido ampliar las posibilidades de un discurso sólidamente construido, a propósito de incidencias y recursos agregados como consecuencia de una dinámica investigadora que da frutos nuevos. Desde una personalidad y actitud vitalista frente a la vida corno la de Carmen, no es mucho sospechar, sino más bien podemos afirmar, que hasta la decisión última adoptada por la artista, el trabajo hubo de estar jalonado de múltiples estadios, incertidumbres y arranques emocionales sobre la tela. La cuestión no era un problema de estilo que había de ser salvado, sino de punto de vista; es decir, el color en su pintura llega a tensarse dentro de la propia sutileza, adivinándose ahí una intensidad de argumento que se define en un juego de incisivas rupturas a modo de grietas que nunca llegan a ser definitivas, más bien, se advierten y se mantienen como vacío indefinido pero determinante, a través del cual el espacio (que es color) se libera de sí, localizando un drenaje hacia lo desconocido en firme pugna con la claridad difuminada; mundo al que también pertenece la negrura que surca a veces el color como filos. Existía entonces y existe una premura por decir y abordar nuevos territorios por parte de Carmen pero desde el lugar que ocupa, ese que el mundo le ha regalado para mirar las cosas, y desde el cual traza su pintura