Sala XIII. La búsqueda

La Búsqueda Madrid, 14 de noviembre – 20 de diciembre 2008
ANTONIO M. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ
Profesor de Estética de la UCM y crítico de arte

Madrid, 2008

Las palabras dicen otras cosas

El poeta vanguardista ruso de principios del siglo XX, O. Mandelstam, en un bellísimo poema, recreaba ese mundo indescifrable y casi indescriptible de la “transparencia”, a través de un intrincado juego de metáforas, donde las palabras, sometidas a confrontaciones antitéticas, tratan de iluminar y de dar sentido:

He olvidado la palabra que quería pronunciar,
La ciega golondrina volverá al palacio de las sombras,
Las alas cortadas, para jugar con las transparentes.
La canción nocturna se canta en el olvido.

No se oyen los pájaros. No florecen las siemprevivas.
Son transparentes las crines de la caballada nocturna.
Por el río seco navega una barca vacía.
Las palabras se han desvanecido entre los grillos.

Poema que muy bien podría servirnos, a modo de epígrafe, al trabajo que la pintora-grabadora, Carmen Belenguer, viene ofreciéndonos en esta última etapa de su trabajo artístico. Trabajo en el que las “transparencias”, veladuras e iluminaciones cobran un protagonismo subyugador. Los colores se agitan en el insondable vacío del lienzo, para crear planos fugaces, como “alas cortadas” de una “ciega golondrina” que juega en la transparencia. En estas obras, las palabras parecen desvanecerse “entre los grillos” de una noche sonora y al mismo tiempo silenciosa (“Música de fondo”, “La voz del silencio”, “Como sonido de bambú”…). Son “música sin palabras”. Puro murmullo que se agita, como un “río seco”.

Y surge lentamente, como un pabellón o un templo,
Ora se finge la loca Antígona,
Ora cae a los pies como golondrina muerta,
Con la ternura estigia y una verde rama.

Las pinturas de Carmen Belenguer requieren un tiempo detenido para su contemplación. Un dejarse arrastrar imperceptiblemente, hasta que sus resonancias encuentren el justo eco en nuestro interior. Sus imágenes invisibles surgen “lentamente, como un pabellón o un templo”, en el cristal transparente de sus colores iridiscentes.

Oh si pudiera volver la vergüenza de los dedos videntes,
Y la turgente alegría del reconocimiento.
Temo tanto el llanto de las Aonides,
La niebla, el rumor, los abismos.

Pero “las palabras dicen otras cosas”. Los títulos con los que estas pinturas se nos presentan son meras huellas de un trabajo sin fin, que trata de sorprendernos y desviarnos hacia “el palacio de las sombras”. En esa región de donde han de brotar, justamente, sus significados y connotaciones, como una erupción volcánica, sin que “la vergüenza de los dedos videntes” empañe la “turgente alegría del reconocimiento”.

Pero la transparente -concluye el poeta O. Mandelstam- repite otras cosas. Repite golondrina, amiga, Antígona…
Y en los labios arde como hielo negro
El recuerdo del rumor estigio.

Espléndido colofón para un poema de la “transparencia”, que se debate entre el sentido y el sin-sentido; entre la visibilidad y la invisibilidad; entre la claridad y la oscuridad. Demostrando, con ello, que nada escapa a la sagacidad del lenguaje, por muy inefable que se muestre la tarea del nombrar. Precisamente, lo que Carmen Belenguer lleva tratando de conseguir en sus “iluminadoras” series o en obras como “Las palabras dicen otras cosas”…